Ballena Azul
La atención que los medios dedican al reto que puede acabar en suicidio es un foco de problemas
La peligrosa viralidad del juego ‘Ballena azul’
El presunto juego suicida para jóvenes Ballena azul es un ejemplo grave y macabro de viralidad global. La alarma empieza sobre todo en febrero. El patrón es similar para cada lengua y país, aunque la intensidad varía: empieza un goteo creciente de titulares, llega a su apogeo con los presuntos casos y después la atención se diluye a una velocidad similar con que llegó. La manera de medir el impacto ha sido con las búsquedas en Google de las palabras «ballena azul». Fuera de Rusia –donde empezó todo–, Brasil y Chile han sido los dos países más afectados. El fenómeno es un ejemplo extraordinario del peligro innecesario que pueden causar noticias exageradas y cifras sin comprobar.
No hay en el mundo ni una sola víctima vinculada específicamente a la Ballena azul por las autoridades. En España, los Mossos investigan seis casos (cinco en Barcelona y uno en Lleida), aunque en Cataluña podría haber más. La Policía de momento no tiene abierta ninguna investigación por un presunto caso en Palma. Según fuentes de los Mossos, la hipótesis principal es que se trata de jóvenes que replican comportamientos vistos en medios. No hay por ahora ningún indicio de un instigador que promueva el juego.
El mejor modo de evitar su propagación es, según los expertos, omitir la alarma y la tentación: “Inflar la moda en torno a estos grupos lleva a los adolescentes al efecto predecible de incrementar un interés insano por lo prohibido”, dice Evgeny Liubov, jefe del Departamento de Suicidología del Instituto Científico de Psiquiatría de Moscú.
La aparente novedad de la Ballena azul es que es un pretendido juego online en lugar de casos más habituales como películas, series o noticias: “Hay evidencia científica que las noticias sobre suicidios, los retratos de suicidas en series de tele, han precedido picos de búsquedas en internet y un comportamiento similar algunos días después”, dice David Gunnell, profesor de Epidemiología en la Universidad de Bristol. Y sigue: “No hay ningún motivo para pensar que las noticias sobre un juego que incluye autolesiones no puedan actuar del mismo modo”.
El hervidero que crean los medios es un foco de peligro para los jóvenes:
“Los medios no pueden infectar a un joven con comportamiento suicida, pero un adolescente deprimido al borde del suicidio puede verse influido”, dice Liubov. Sus afirmaciones tienen una larga base científica detrás, pero el fenómeno es demasiado goloso para los medios.
Fuente: www.elpais.com